Vivimos rodeados de respuestas.
Respuestas rápidas, automáticas, ensayadas.
Respuestas que damos para seguir adelante, sin detenernos a cuestionarlas.
¿Pero qué hay de las preguntas?
¿Cuántas veces en tu día alguien te hace una pregunta que realmente te hace pensar?
¿Cuántas veces te haces preguntas que no tienen una respuesta inmediata?
¿Cuántas veces te escuchas de verdad?
Responder preguntas puede parecer simple.
Pero cuando son las preguntas correctas, ese acto se convierte en un espejo.
En un viaje.
Cuando respondes “¿Qué te mueve?”, no solo estás nombrando un deseo — estás tocando la parte de ti que anhela dirección.
Cuando respondes “¿Cuál es tu mayor mentira?”, quizás estés diciendo la verdad por primera vez.
Cuando escribes “¿Quién eres cuando nadie te ve?”, tal vez descubras algo que ni tú sabías.
Responder con honestidad es permitirte ser visto — primero por ti, después por los demás.
Es salir del piloto automático.
Es transformar opinión en conciencia.
Imagen en identidad.
Superficie en profundidad.
Las redes sociales nos enseñaron a hablar con los demás.
Pero hemos olvidado cómo hablar con nosotros mismos.
En meufan, cada pregunta es una invitación:
a mirar hacia adentro, a recordar lo que importa, a redescubrirte en palabras.
Sin presión por los “me gusta”.
Sin necesidad de actuar.
Solo tú y lo que te atraviesa.
Porque expresarse no es inventar una versión más bonita.
Es revelar la versión real.
Aunque esté incompleta. Aunque esté en proceso.
Y cuando empiezas a responder con el corazón abierto, algo cambia.
Te escuchas diferente.
Te ves diferente.
Te transformas.
Tal vez eso es lo que hemos olvidado entre tantas historias:
las respuestas más importantes no están en el feed.
Están dentro.
Esperando la pregunta correcta para salir.
